La respuesta de amor
Stefano era un hombre viudo ya avejentado. Un día decidió subir al camarote hace años cerrado y allí encontró lo que en sus mejores tiempos fue su fuga de escape: un ordenador portátil. Lo usaba para el trabajo y para escribir historias que se le ocurrían en casa, el motivo de que estuviera en el camarote era que ya estaba algo desfasado al igual que él, y no le servía para mucho. Después de la muerte de su mujer no le quedaron ganas de seguir con los relatos. Al verlo, le dio pena, lo encontró lleno de polvo y pensó bajarlo a casa y ver si funcionaba. Lo limpió bien, lo encendió y después de trastear mucho, pues ya había casi olvidado cómo se manejaba, consiguió ponerlo en marcha y conectarse a Internet. Se metió en su correo ya olvidado, era otro que casi nadie sabía de él y tuvo que recuperar la contraseña, pues le pasaba lo mismo que al ordenador: de tan vieja se había quedado obsoleta. El del trabajo lo borro al dejar el trabajo. Encontró la manera de entrar sin ella. Vio un montón de cosas anticuadas que estuvo borrando, en una de ellas, encontró un correo con el nombre de su mujer, Cornelia, se quedó pensativo pues a su esposa nunca le había gustado el tema de la tecnología, tan solo aprendió algo viendo como trabajaba él. Se preguntó cómo lo había visto y supo su clave. Lo abrió y se encontró una carta de amor de su querida la cual rezaba así:
Cuando leas esto imagino que ya no estaré a tu lado, pero quiero que sigas siendo como hasta ahora y luchando por la vida, porque, aunque no lo creamos tiene su toque de belleza, solo hay que intentar encontrarla, o esperar a que llegue.
Le empezaron a lagrimear los ojos. Siguió leyendo a la vez que sus manos torpes sacaron un pañuelo.
Lo que nos dijeron los médicos aquel 24 de septiembre, yo ya lo intuía de mucho antes. Llevaba tiempo con dolores en la zona del abdomen a lo que no le quise dar importancia pues estábamos en lo mejor de nuestro matrimonio los hijos habían volado y nosotros podíamos disfrutar de nuestra segunda luna de miel. Te veía tan feliz y enamorado que no quise romperte la ilusión. Nos fuimos de crucero por nuestras Bodas de Oro, regalo de nuestros hijos. Qué felices fuimos bailando, y visitando países a los que no habíamos podido ir anteriormente.
Ese viaje lo llevé bastante bien, pero al llegar a casa volvieron los dolores cada vez más fuertes, hasta que un día me tuviste que ayudar a levantar de la cama pues no era capaz de ponerme derecha. Llamaste a nuestro médico de confianza y por los indicios que le contamos, no puso muy buena cara, prefería que me vieran en el hospital, allí fue donde nos lo dijeron: “tiene cáncer de páncreas, le quedan pocos meses de vida. Es uno de los más agresivos, pero lo llevaremos lo mejor posible, les ayudaremos en todo lo que esté en nuestras manos”.
Desde aquel día me dije que no iba a separarme de ti e intentaría hacerte feliz para que no entristecieras. También me hice un propósito de escribir un diario para que lo leyeras cuando yo no estuviera, y así, todos los días por las noches cuando nos íbamos a acostar, te decía que me quedaba un poco más viendo la tele, pero no, te cogía el ordenador y lo poco que había aprendido lo transmitía en este correo electrónico y en otros que verás más abajo donde quiero decirte que has sido y serás el amor de mi vida. No te preocupes cuando yo falte, te estaré cuidando para que no tropieces en el camino. Y si alguna vez encuentras a alguien, no te lo pienses, júntate a ella, te hará tan feliz como yo, y si prefieres estar solo, también es otra opción, pero, te ruego que no te olvides de mí y todo lo compartido, de nuestros hijos, como les hemos educado y visto crecer, también de lo disfrutado con los nietos. Hemos sido una familia muy afortunada.
Así leyó unos seis o siete correos parecidos a este y pensó: ¿por qué no la contesto de la misma manera? Sería una forma de sentirla viva de nuevo.
Volvió a la que fue su anterior rutina, trabajar con el ordenador, no quiso comprar uno nuevo, con ese le valía, empezó a escribir a su mujer. Eran cartas de amor recordando y completando cosas que ella se había dejado en el tintero, y de esa manera se le hizo más llevadera la vida.
A los noventa años su cuerpo ya no dio más de sí. El corazón se le apagó y los hijos se ocuparon de todo. El funeral, la casa... Uno de los nietos que era el más movido, encontró un ordenador encima de la mesa, lo abrió y llamó a sus padres. “Mirad lo que he encontrado, correos electrónicos de la abuela al abuelo y viceversa”. Estuvieron toda la tarde leyendo y pensando si podría haber gente que se hubiera querido tanto como ellos dos.
Una vez acabado con todo, guardaron los correos en un lugar seguro y se deshicieron del ordenador al vender la casa de sus padres.
Merche Real 29 de abril de 2024.
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