VIAJE EXTRAÑO
Viaje extraño
Un invierno en febrero decidió subir al lugar donde pasaba los veranos y alguna Semana Santa, solo serían tres días, lo necesario para desconectar de su ciudad de residencia. Hizo la maleta y se fue a la aventura.
Se esperaban temperaturas bajas.
Cogió el autobús a las 10:30, después de dejar su maleta en el portaequipajes se sentó en su asiento, concretamente en el número 1, detrás del conductor. Allí vio a una chica en el asiento contiguo.
Para que el trayecto se les hiciera más ameno, entablaron conversación. Llegarían a su destino sobre las 12:30.
—Me llamo Alicia —le dijo a la chica del asiento de al lado. A la otra le vino a la memoria el cuento, y le propuso llamarla Alicia en el País de las Maravillas. Una forma de no olvidarse de su nombre.
Le pareció bien.
En mitad del camino se paró el autobús de golpe, se iluminaron unas luces fuera de la carretera, nadie sabía lo que pasaba, el conductor abrió la puerta y bajó para averiguar qué era lo que le impedía continuar con su recorrido.
Para sorpresa suya, se encontró con un alienígena, era grande, de un color verdoso, y ojos saltones.
Intentaron dialogar, pero fue casi imposible, no hablaban el mismo idioma.
Entre gestos, consiguieron entenderse.
Alicia y su compañera de asiento observaban con atención lo que estaba pasando.
—Has visto eso —le dijo la una a la otra.
—¡Madre mía! ¡qué puede ser!
—A ver lo que nos dice cuando vuelva.
Después de estar un rato corto con el extraterrestre se montó otra vez en su asiento, cogió un micrófono y transmitió a los pasajeros lo que le había dicho la criatura. Venía en misión especial a la Tierra para conocerla, saber si había vida fuera de su planeta, y en ese caso, conocer sus costumbres. Había preguntado si podía montarse en el autobús y viajar con ellos.
Algunos se negaron, pero la mayoría opinó que era una buena idea, les gustaban los personajes extraños.
Alicia y su compañera se quedaron perplejas, tenían algo de temor por lo que pudiera hacer el alienígena dentro del autobús, aun así, como salió en mayoría, le dejaron subir.
Debido a su altura estaba un poco incómodo en el asiento, le molestaba no poder estirar las piernas.
Una vez montado, siguieron adelante.
Nunca había escuchado la radio que el chófer había puesto a todo volumen y la miraba con extrañeza. Alicia no pudo contener la risa al ver su cara y muecas.
Para rematar el viaje se encontraron con una huelga de tractores que les retrasó tres horas hasta llegar a su destino.
Las amigas, que estaban sentadas detrás del conductor, no veían casi nada de la carretera, sólo notaban la lentitud a la que iban a la vez que los tractores seguían con su propósito.
Los demás pasajeros, estaban inquietos y nerviosos por los imprevistos.
No paraban de mirar al nuevo, dejaron todo lo que estaban haciendo, no sabían si lo que pasaba era sueño o realidad.
Al extraterrestre le llamaron la atención los móviles que portaban los humanos, era extraño para él. Al darse cuenta el de la fila de al lado, se lo enseño y le intentó explicar su utilidad. cuando lo tuvo en sus manos, se armó la de Dios es Cristo, empezó a teclear y salían sonidos por todas partes, el teléfono se había vuelto un parlanchín, no cesaba de hablar, sin querer había tocado la opción del TalkBack y no sabía cómo pararlo. Entre la radio del chofer y el móvil, no se entendía nada. Parecía como si estuvieran en una reunión de vecinos en los que hablan todos a la vez.
Después de tanto alboroto en el autobús, consiguieron parar los ruidos del móvil y de la radio.
Una vez llegados a su punto de destino. Como la intención del alienígena consistía en conocer las costumbres de la tierra, decidieron presentárselo al alcalde.
Alicia y la amiga pidieron ser ellas las que le acompañaran al ayuntamiento. Todos asintieron.
De camino, las personas no podían evitar mirarle con rareza, preguntándose unos a otros quién sería ese personaje que les miraba y les sonreía.
Mientras, él pensaba que había caído en el lugar idóneo.
Le llevaron al consistorio, teniendo una charla muy amena con el edil, le contaron lo que más o menos sabían de él, y que su intención era conocer las vidas de otros planetas.
Desde el ayuntamiento, le invitaron a una ruta guiada por el pueblo para que de esa manera, conociese lo que era la tierra. Las chicas del autobús harían de guías para él, no tenían nada importante que hacer ese fin de semana.
Fue muy interesante el recorrido. No cesaba de mirarlo todo, sus ojos, tenían una virtud, se podían mover hacía los lados sin arquear la cabeza.
Cuando llegaron al Alcázar de los condestables, no podía creer lo que tenía delante, unas torres inmensas sobresalían a los laterales del castillo. Se le iluminaron las pupilas como dos luceros. Pero cuando entraron al ascensor y llegaron a la Alameda, vio la panorámica. Parecía que se le iba la cabeza para adelante, y la retina se le enrojeció.
Le llevaron a conocer el río con su inmenso caudal.
Durante su estancia, todas las personas hablaban de él, tenía una forma peculiar de andar, eso unido a sus colores, le impedía pasar desapercibido. Los niños le seguían y le hacían muecas.
Aquel día, habían anunciado en las noticias una lluvia de estrellas que se podía ver desde cualquier sitio despejado.
Pensaron que sería una buena oportunidad para el alienígena, seguro que le gustaría.
A la hora prevista le llevaron a un descampado donde el cielo se veía mejor, se tumbaron en el suelo para observarlo con más claridad. Al cabo de un rato aparecieron. Se centraron tanto que no podían apartar la mirada. Se giraron para ver qué le había parecido, pero el alienígena ya no estaba. Se levantaron y al darse la vuelta vieron un aparato que podría ser una nave espacial, se abrió una puerta y desapareció.
Después de lo compartido ese fin de semana, las chicas decidieron seguir viéndose, habían pasado tantas cosas juntas.
Cada vez que una de ellas iba al pueblo, llamaba a la otra, y en el autobús, se contaban lo que les había ocurrido desde la última vez.
Estuvieron en febrero, por carnaval. Precisamente ese año era bisiesto.
Nunca consiguieron olvidarse del alienígena, estaba en sus conversaciones casi siempre. Los días que hacía buen tiempo y el cielo estaba azul se acercaban a la explanada donde le vieron marchar.
Merche Real 28 de febrero del 2024
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